miércoles, 14 de septiembre de 2011

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EL VIAJE DE LAS ARTES HACIA LA MODERNIDAD:LA FRANCIA DEL SIGLO XIX
Resumen


9/15/2011
ITESCA
Dulce Rocio Lopez  Sandoval

Introducción:
En el siguiente resumen se hablara de la evolución que tuvieron las artes en el siglo XIX, en Francia, uno de los países con más influencia tanto histórica como artística en el mundo, de hecho algunos de las mejores obras de arte fueron hechas por artistas franceses. Veremos la transformación que la pintura, arquitectura, música y literatura vivieron atreves de este siglo y contaremos un poco de su historia.

Resumen:
Francia ha estado en la vanguardia artística en muchas ocasiones por ser una tierra donde las novedades, las revoluciones incluso, suelen germinar con facilidad. Una de las épocas de mayor productividad artística y mayor rebeldía fue el siglo XIX. Al empeño de sus novelistas y poetas, músicos, arquitectos y pintores debemos en gran parte la riqueza y multiplicidad de nuestro arte actual.

Las artes tuvieron que luchar contra el talante acomodaticio y retrógrado que se iba imponiendo desde el poder. Y lo hicieron todas juntas en una espectacular convergencia de la arquitectura, la pintura, la literatura y la música, decididas, a pesar de todo, a avanzar hacia el futuro. Se fue gestando un abandono paulatino de los moldes neoclásicos, del rigorismo formalista, del racionalismo, de la dependencia del arte de factores ajenos a él, de la norma, etc., para abrir las puertas a nuevas y revolucionarias concepciones estéticas que reaccionaron de maneras diversas al devenir ideológico del siglo.

Pero no podemos abordar este repaso a la evolución artística de todo un siglo sin detenernos en lo que a nuestro entender son los tres factores más determinantes en el desarrollo artístico del siglo:
- La consolidación de la burguesía como clase dominante.
- La coexistencia de academicismo e innovación
- La conciliación del individuo con la sociedad.

Acabado el Antiguo Régimen, tras la Revolución, el tiempo de la nobleza y el clero dio paso al de la burguesía. El aburguesamiento de la sociedad trajo consigo un embrutecimiento progresivo del gusto en el que convergen al menos dos causas: por una parte, la burguesía apostó en materia artística por valores "eternos", esto es, clásicos; por otra parte, exportó a los criterios estéticos su modo de entender la vida: arrogante, superficial, fácil y ostentoso. Nunca antes había predominado de manera tan generalizada el mal gusto, pues, para estos nuevos ricos, lo caro y pomposo era sinónimo indiscutible de calidad artística.

El divorcio entre el público y los verdaderos artistas se instaló de tal manera que gran parte de la intelectualidad renunció a su aceptación general llegando a considerar el éxito como un signo de inferioridad artística. No olvidemos que, en cualquiera de las manifestaciones estéticas, existirá una poderosa corriente de arte burgués de consumo en la que intentará abrir brecha el arte genuino para intentar nuevas vías de expresión: la pintura contemporánea al aire libre frente a la pintura mitológica de taller, la arquitectura metálica frente al monumentalismo, el drama romántico frente al melodrama, entre otros.
De la interacción de dos focos de producción, el académico y el innovador, surgirá el potente arte francés decimonónico. Lo interesante del concepto "académico" es el hecho de destacar la importante labor artística que el estado francés ejerció a lo largo de todo el siglo. Desde los tiempos posrevolucionarios se multiplicaron las instituciones que potenciaban el cultivo de las artes, hemos de reconocer que por las aulas de sus instituciones pasaron los mejores representantes del arte decimonónico para adquirir una formación que luego les posibilitase buscar y encontrar nuevos caminos.

Veremos cómo el individuo rehuye el enfrentamiento directo con la Historia, refugiándose en su melancólico aislamiento, obsesionado consigo mismo; a mediados de siglo optará en cambio por el combate cuerpo a cuerpo, convencido de sus posibilidades, confiado en que otro mundo es posible; y en el último tercio, desesperado y decepcionado, se refugiará en el sueño, el símbolo o los paraísos artificiales para desentenderse de la realidad.

LA PINTURA. HACIA LA LUZ Y EL COLOR

El siglo XIX comienza artísticamente hablando con un paso atrás en la evolución estética. La concepción napoleónica del arte tras la Revolución de 1789 frenó en Francia la emergencia del romanticismo y recuperó las bases del neoclasicismo, representado magistralmente por Jacques-Louis David y Dominique Ingres. Las características de este movimiento son:
-          El carácter mitológico e histórico. Se trata de una pintura de taller que sigue básicamente los modelos ideales de la antigüedad grecolatina.
-          El imperio absoluto de la forma —línea, contorno y composición.

Durante los años imperiales el pintor más conocido de Francia fue sin duda Jacques-Louis David a quien debemos cuadros tan conocidos como la Muerte de Marat (1793), o los diversos retratos de Napoleón. Ingres, que se educó en el taller del anterior, representa la perfección absoluta del dibujo y la simetría, la Quintaes encia del arte neoclásico que intentó inculcar a sus alumnos de la escuela de Bellas Artes.

La pintura romántica supuso la irrupción del individualismo y la subjetividad en el art, esta pintura empezó a gestarse tras el fracaso de la Revolución y sus valores de libertad que nunca se pusieron verdaderamente en marcha.

Ya no se buscaba un arte para cambiar la sociedad como ocurría en el neoclasicismo, sino para expresar el interior del individuo como única verdad. Será un movimiento subjetivo que no plasmará (aún) la realidad tal y como se ve, ni tampoco (ya) tal y como se quisiera ver, sino en función de los sentimientos del sujeto.

Frente a la depurada línea del neoclasicismo, los pintores románticos, esencialmente Théodore Géricault y Eugéne Delacroix prefieren la potencialidad expresiva del color y de la luz, sobre todo Delacroix que se convertiría en maestro de los impresionistas por sus atrevidas experimentaciones cromáticas.

La obra de arte romántica debía su grandeza en parte a la improvisación, al sentimiento, al estado de ánimo y a la inspiración, más fértiles, a su parecer, que la labor racional, el trabajo sistemático o el plan preconcebido.

En la segunda mitad del siglo XIX, aires nuevos se percibían en la evolución estética y se desarrollaron dos corrientes estéticas divergentes: el impresionismo, más acorde con la evolución de los tiempos, y el simbolismo, como cuestionamiento de esa pretendida modernidad.

Se impregna del espíritu científico del Segundo Imperio y decide poner rumbo a la modernidad. Ese viaje se hará a través de una serie de pautas que nos harán pasar del arte realista de Camille Corot (1796-1875) y Gustave Courbet (1819-1877) a la pintura impresionista. Los pasos esenciales en ese tránsito fueron:
-          La contemporaneidad y la cotidianeidad que contribuyeron a enriquecer temáticamente la pintura. La gran novedad es la ausencia de referencias fuera de la percepción visual, basándose en lo visible y no en el ideal respaldado por la pintura académica y expresado en la plasmación de temas mitológicos, históricos o religiosos.
-          La preocupación por investigar cómo se proyecta la luz sobre el objeto o la figura humana, y cómo trasladar sus efectos cambiantes al lienzo es una de las bases de esta pintura.
-          La pintura al aire libre, porque la luz se convierte en un reto cuando cambia, cuando se hace volátil y fugitiva. Los pintores empiezan a salir a la naturaleza para intentar captar la instantaneidad de un efecto lumínico preciso.

El Jurado de los Salones formado en su mayoría por profesores o antiguos alumnos de la Escuela de Bellas Artes en 1863 se rechazó tres mil de las cinco mil obras presentadas, lo que motivó que el emperador Napoleón III creara un salón anexo donde se expusieran las obras no aceptadas. Será entonces en ese "Salón des Refusés" donde irán apareciendo las primeras obras impresionistas, como el Almuerzo sobre la hierba de Edouard Manet.

Claude Monet Edouard Degas,Camille Pissarro o Auguste Renoir representaron en sus cuadros las escenas cotidianas de ia vida moderna francesa desde una perspectiva eminentemente sensorial, intentando registrar lo que el ojo ve, con todas sus limitaciones y sin ningún convencionalismo técnico o moral.

En la misma época el simbolismo optó por otro camino. No apostó por la técnica ni por la vida contemporánea ni por la instantaneidad, fue más bien un conglomerado de encuentros pictóricos individuales que, sin embargo, compartieron algunas líneas generales.

Podemos hablar de un simbolismo de tendencia más "mística" —Odilon Redon, Gustave Moreau o Puvis de Chavannes— que desarrolló un arte ideista, sintético, subjetivo y decorativo que se nutrió tanto de algunos conceptos impresionistas.

Paul Gauguin y el heterogéneo grupo de los "nabis", que lo tomaron como referente, pretendieron una superación del impresionismo. La intención de Gauguin era trascender la observación física pasando de las circunstancias objetivas al estado de ánimo de quien observa y al significado simbólico de que están cargados ya no solo los objetos, sino los signos mismos del cuadro. Lo que nos llevará ya a las vanguardias de principios del XX.

LA LITERATURA. DEL YO A LA REALIDAD Y AL SUEÑO

Frente al neoclasicismo napoleónico, el romanticismo9 promulgará una idéntica defensa de la libertad estética a la que vimos en pintura, para escapar igualmente de la rigidez de las normas clásicas.

A diferencia de los parámetros dieciochescos de carácter racional y social, con el individualismo del primer romanticismo el sujeto y la originalidad pasaron a ser la medida de las cosas: todo lo que era diferente, todo lo que escapaba al orden establecido era original, y solo lo original y subjetivo era digno de consideración.

Siendo el yo el centro del universo, resulta bastante lógico que el género literario más propicio para su expresión fuera el autobiográfico. Una ola de optimismo recorre Francia haciendo que hombres de letras se involucren activamente en la política —Víctor Hugo, o Lamartine, por ejemplo— y en las reformas sociales.

El protagonismo de una historia cada vez más cercana al presente domina tanto en novela —Les Chroniques italienms de Stendhal, Notre-Dame de París de Hugo o I^es Chouans de Balzac— como en la poesía —Jocelyn (1836) y de Les Révolutions (1837) ambos de Lamartine o La légende des sueles (1859) de Víctor Hugo— y también en el drama —gran parte de las obras de Hugo y de Alfred de Vigny-.

A caballo entre el romanticismo y el simbolismo encontramos una literatura que, sobre una hipotética desaparición del yo que escribe, pretende reflejar la realidad tal y como se percibe, lejos de los excesos y el exhibicionismo románticos, en la línea estética del impresionismo pictórico. Son básicamente novelas en las que, recuperando acaso inconscientemente el realismo español del Siglo de Oro, volvemos a encontrar personajes ajenos completamente a cualquier dimensión singular o heroica.

Antes de que naturalismo propusiera la cientificación absoluta del arte, apareció una de las mayores figuras de la literatura decimonónica: Gustave Flaubert (1821-1880). El que fuera maestro de gran parte de los autores posteriores supo encontrar el delicado equilibrio entre la subjetividad del autor
y el realismo documental a partir de la correcta interpretación del concepto de "mimesis" aristotélica. Afortunadamente Flaubert, como Emile Zola poco más tarde, comprendieron que el autor no podía ni debía copiar la realidad sino interpretarla, recrearla: "dar sensación de realidad" pero sin pretender ser la realidad misma.

El artista se sentía incomprendido en una sociedad tremendamente materialista en la que se comercializaba con todo Es el momento en que primero Baudelaire (1821-1867) y luego, Rimbaud y Mallarmé intentan llenar ese vacío con la trascendencia poética que traerá el simbolismo, y con él la modernidad poética.



La poesía simbolista escapa del ámbito exclusivamente artístico para proponer una lectura del mundo desde un ángulo diferente, analógico, y no analítico o racional. Incluso podemos decir que la literatura, en general,' se vive en los últimos años del siglo como una auténtica religión en un momento de avidez de absoluto.

El carácter elitista del simbolismo, contrario al arte de burgués de masas, hizo que durante muchos años se considerara a estos poetas como "poetas sin público”. De todo esto se desprende la impresión general de que se trata de una poesía obtusa, oscura e incomprensible, algo que generó a los simbolistas numerosas críticas por parte de quienes aún se mantenían fieles a las exigencias clásicas de claridad y racionalidad, y por parte de los defensores de la poesía romántica, más realista y sencilla formalmente.

LA ARQUITECTURA. ECLECTICISMO Y METAL

La arquitectura francesa del XIX emprende su andadura basándose en tres elementos clave: historicismo, funcionalidad y renovación de los materiales.

Hastiados como estaban de los excesos rococó, los artistas buscaban ya otros medios de expresión cuando en el primer tercio del XVIII se descubrieron los restos de Pompeya (1748) y Herculano (1737).

En la arquitectura decimonónica el historicismo supuso no tanto el interés por la recuperación de los estilos del pasado, reinterpretados o copiados científicamente, como su coexistencia pacífica. Durante todo el XIX asistimos a la simultaneidad de estilos arquitectónicos. Se usan los estilos antiguos, no para recuperar sus líneas estéticas sino para recargar y recargar hasta el infinito, sin medida, de cara a dar impresión de riqueza.

De la mano de las construcciones o restauraciones de Eugéne Viollet-le-Duc, una de las grandes figuras del arquitectura francesa de ese siglo, se volvió hacia el pasado medieval, cuyo máximo exponente sería la Sainte Chapelle, construida en el XIII y restaurada por el mismo Viollet-le-Duc12 a mediados del XIX.

Pero la gran revolución arquitectónica del siglo fue sin duda la arquitectura metálica, producto directo de dos de las características mencionadas más arriba: la funcionalidad y renovación de los materiales.

La era técnica e industrial trajo consigo un cambio en el concepto de belleza en la arquitectura13: la belleza intrínseca dejará paso a la belleza en la adecuación a la función. Un edificio será bello no por sí mismo sino por su adecuación a la función que debe desempeñar: cuanto mejor responda una construcción al objetivo que debe cumplir, más bella será.

LA MÚSICA: DE \A MÚSICA PROGRAMÁTICA A LA DECONSTRUCCIÓN MUSICAL

Si tuviéramos que reducir la historia de la música francesa del XIX a solo los nombres imprescindibles, creemos que no sería muy errado seleccionar, cronológicamente hablando, a Fléctor Berlioz, Gabriel Fauré, Claude Debussy y Maurice Ravel.

Desde principios de siglo, la música francesa asumió como propias las características del romanticismo musical inaugurado por Beethoven. De entre ellas podemos destacar dos que nos resultan esenciales y ya conocidas: la expresividad y libertad del artista, regidas más por el sentimiento que por la reflexión, y la intensa relación de la música con la literatura.

Sin lugar a dudas, la figura cumbre del romanticismo francés, en justo intermedio entre Beethoven y Wagner, fue Héctor Berlioz. Su música es el paradigma del romanticismo que tan asombrosamente inaugurara el primero, como demuestra, por ejemplo, que sea incapaz de componer nada que no vaya asociado a un argumento, un decorado o a una base literaria en definitiva, por ejemplo LM Condenación de Fausto, sobre la obra de Goethe o Romeo y Julieta inspirada en su muy admirado Shakespeare

Avanzando en el tiempo, el eslabón que une la música romántica y la moderna,
es sin duda Gabriel Fauré, Se le suele considerar como el músico de la espiritualidad por el intimismo nostálgico e incluso el misticismo que desprenden sus composiciones, muchas de ellas canciones basadas en poemas simbolistas, especialmente de Verlaine, como ha Bonne Chanson

Las relaciones entre Debussy y Maurice Ravel (1875-1937) fueron complejas y se desarrollaron siempre bajo el signo de una supuesta enemistad fomentada por aquellos que tildaban a Ravel de imitar constantemente a su predecesor.

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